INTRODUCCIÓN
En los últimos quince cursos académicos,
he trabajado como maestra de apoyo a la integración en este instituto.
En un aula de Educación Especial
o aula de apoyo, además de apoyar áreas
curriculares como Lengua o Matemáticas, es imprescindible contemplar otros
aspectos que inciden directamente en la manera en la que los niños trabajan
(estilo de aprendizaje) y en el rendimiento y resultados.
Así, el/la maestro/a de Educación
Especial tiene, por una parte, que trabajar aquellas áreas en las que el alumno
necesita adquirir cierto nivel de conocimiento y automatización, y que le
permita progresar en el resto de asignaturas (me refiero principalmente a
Lengua y Matemáticas), pero no centrándose sólo en los contenidos curriculares
de las áreas (de las que en muchos casos son responsables, teniendo unos
objetivos que cumplir y evaluando la asignatura en cuestión) sino además,
satisfaciendo las necesidades específicas de apoyo educativo (NEAE) de sus
alumnos. Esto implica, por ejemplo,
mejorar y ampliar la capacidad de atención, percepción, memoria, abstracción, etc., teniendo en cuenta su
desarrollo personal e integral, para lo que no podemos olvidar su sociabilidad,
autoconcepto y gestión de emociones.
Desde estas premisas se entiende
la necesidad de dividir las sesiones de
trabajo, de manera que se abarquen todos estos aspectos mencionados.
En muchos casos, además, es imprescindible crear horas de atención
individualizada, ya que cuando las NEAE son importantes y requieren de un
trabajo específico, es muy difícil cumplir con las exigencias del currículo de
Lengua o Matemáticas y satisfacer las necesidades, paralelamente.
Al mismo tiempo existen casos
(alumnos con síndrome de Asperger, por ejemplo) donde el nivel de competencia
curricular sitúa a los alumnos en el mismo nivel que cursan, y las NEAE tienen
que ser trabajadas sin perjudicar ninguna área o materia (sacarlos de una clase
de la que el alumno se puede beneficiar no es nunca aconsejable).
Es una obviedad decir que un
alumno motivado, que se siente capaz, que encuentra rédito a su esfuerzo y
trabajo, y que se siente integrado entre sus iguales, tiene muchas más
posibilidades de triunfar en su proceso educativo (y de vida, en general).
Y si así es para cualquier
niño/adolescente que está en la edad en la que se termina de desarrollar su
personalidad, mientras se adapta a un centro educativo nuevo (instituto),
acomodándose a las nuevas exigencias, profesores y responsabilidades que
implica el cambio de Primaria a Secundaria,
lo es sobremanera para nuestros alumnos, que tienen que añadir a las
dificultades propias de la edad, el hecho de que salen de clase con el grupo de
apoyo, que tienen adaptaciones visibles en las áreas (otros materiales de
trabajo) y, en muchos casos, características físicas y/o psíquicas igualmente
perceptibles y diferenciadoras.
En nuestro centro, el IES Juan
Antonio Fernández Pérez de Melilla, llevamos años en la búsqueda de opciones
pedagógicas que nos permitan arbitrar medidas para atender de forma integral a
nuestros alumnos. Hemos probado diferentes formas de agrupamientos, compaginando
el apoyo de las áreas de Lengua y Matemáticas con Ciencias Naturales y
Sociales; terminando con apoyar únicamente Lengua y Matemáticas y,
empezando en el curso 15/16 a realizar
un trabajo de EE específico, impulsado por
la jefa del Departamento de Orientación del Centro, Mª José
Cornejo, que entendió la envergadura de
nuestras funciones y las necesidades reales de los alumnos.
Así, cuando las NEAE del alumno
en cuestión lo exigían, como he dicho antes, se contemplaba la posibilidad de
utilizar las horas de tutoría, e incluso alguna de las cuatro horas del área de
Música en 1º de la ESO (siempre que la profesora de área viera oportuno
utilizar estas horas sin perjudicar demasiado su posterior integración en las
mismas), y se llevaron a cabo diferentes programas de atención individual.
Para ello, analizábamos en primer
lugar los aspectos que hay que trabajar en mayor o menor medida, (para lo que
ha sido fundamental estudiar sus
informes previos y realizar uno acorde a sus necesidades concretas) y posteriormente hacer un barrido por la web,
libros de texto, etc., seleccionando aquellos programas, actividades, juegos y
dinámicas que mejor se adaptaran a dar respuesta a los objetivos propuestos,
confeccionando de esta manera las diferentes sesiones que integran los
programas de intervención a los que estamos haciendo referencia.
Respecto a la organización de la
clase de apoyo, buscamos un espacio acogedor, donde los alumnos se sientan
cómodos. Para ello, las sillas se han
ido cambiando progresivamente por pelotas de yoga, debido a los numerosos
beneficios que reportan pero, sobre todo,
por las posibilidades que nos ofrece en el trabajo con alumnos con TDAH,
ya que les permite “estar en movimiento” sin necesidad de dejar la actividad
que tengan asignada en ese momento (obteniendo de ellas el estímulo cinestésico
que necesitan); las mesas están organizadas en grupos de cuatro; hay fotos de ellos, haciendo actividades de
clase; están colgados en las paredes algunos trabajos, mandalas, etc.
A partir de la siguiente entrada, lo que vamos a ver son los programas llevados a cabo en el curso 15/16, 16/17 para terminar con el curso actual 17/18. Cada programa está integrado por las sesiones de trabajo, y en cada una de ellas se perfilan las actividades realizadas, los niños implicados y los objetivos perseguidos.
A partir de la siguiente entrada, lo que vamos a ver son los programas llevados a cabo en el curso 15/16, 16/17 para terminar con el curso actual 17/18. Cada programa está integrado por las sesiones de trabajo, y en cada una de ellas se perfilan las actividades realizadas, los niños implicados y los objetivos perseguidos.
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